Atención mínima viable (MVA)

El secreto de un traficante de atención humana para captar el interés del público con el que sueñas

Lo confieso; soy un traficante de atención humana. Mi trabajo se basa en gastar (mucho) dinero —para hacer que otros se gasten aún más—. Así de simple. La publicidad es una profesión despiadada: su cuenta de resultados nunca miente; ganas o pierdes. Pero, si sobrevives a su locura, te enseña algo muy valioso si quieres ganarte la vida de manera creativa.

Ese algo tiene mucho que ver con el problema al que se enfrenta cualquier artista o pensador al inicio de su carrera: la sinfonía de grillos que precede al momento de publicar sus primeras obras. Sé que lo has sufrido. Peor aún: la sola posibilidad de hacerlo ha hecho que tus ideas, reflexiones y experiencias se quedaran en el tintero por miedo al qué (no) dirán. Forma parte del juego si eres un amateur —pero no puedes permitírtelo si vas en serio—.

La buena noticia es que estás en el lugar adecuado para solventarlo. La mala es que tendrás que aprender a amputar tus ideas para hacerlo.

Permíteme adelantarme a tus objeciones: cercenar tus ideas no significa renunciar a su calado. Tampoco significa que debas diluir tu mensaje hasta convertirlo en una gota más en el océano de la mediocridad. Se trata de reconocer que tu público aún no está listo para escuchar todo lo que tienes que decir. Y eso nos lleva en una dirección: tendrás que hacerte una extraña pregunta antes de despertar la curiosidad de tu audiencia…

Atención mínima viable: el único fármaco (natural) contra el TDAH

Te presento el concepto favorito de los emprendedores new-age: se llama “producto mínimo viable”; viene del inglés “minimum viable product” (MVP) y describe la versión preliminar de un producto o servicio que —al lanzarse al mercado—, tiene como objetivo recabar información real sobre sus posibles clientes y usuarios (de la forma más económica posible).

Ahora sin tecnicismos: esta filosofía práctica (digna de Juan Palomo) es perfecta cuando no tienes recursos y lo único que te guía es la intuición. Porque puede que tus ideas no tengan clientes ni usuarios (aún), pero si quieres dedicarte a esto necesitas un público dispuesto a prestarte atención.

Verás, no solo vivimos en la generación más distraída de la historia, sino que la barrera de entrada para contar tus movidas online es inexistente. Dejaste de competir con otros pensadores, artistas y creadores para hacerlo con influencers polioperadas, cuerpo proteicos (con sus respectivas mentes famélicas) y cachorritos manipulados genéticamente para ser más fotogénicos. Ese es el verdadero juego.

Y créeme, lamento tanto como tú la tiktokización del contenido, pero mientras conservas intacta tu superioridad moral, hay chavales ahí fuera compartiendo ideas y refinando su proceso creativo gracias al aprendizaje que les devuelve la interacción con su audiencia.

Por eso necesitamos robar esta idea al mundo del emprendimiento y hacerlo nuestro en el terreno creativo. Nace así la “atención mínima viable” (MVA). Concepto que te ayudará a responder la pregunta que te prometí anteriormente: ¿cuál es el producto (de tu creatividad) más pequeño que puedes compartir con el mundo para ganarte su esquiva atención?

Cómo amputar tus ideas sin morir en el intento

Disculpenme filósofos, pero el imperativo categórico de Kant podría ser un Tweet: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen”. Siendo consciente de lo absurdo de este acto reduccionista, no es tan descabellado pensar que estos 58 caracteres podrían ser el gancho perfecto a la vasta obra del filósofo alemán —si además de clavicordios y billares el señor Immanuel hubiese tenido Twitter, claro—.

El concepto detrás de la atención mínima viable es simple: se trata de regalar a la gente las piezas que —una vez ensambladas—, forman el panorama de tus grandes ideas. Pero, a diferencia de las piezas de un puzzle, cada uno de estos pedazos se convierten, por sí mismos, en paisajes capaces de suscitar una atención plena.

Llevémoslo a la práctica: no escribas un libro, comparte cien Tweets. No compongas una canción, sube un par de compases a TikTok. No pintes un cuadro, enseña tus bocetos en Instagram. No empieces un podcast, envía un audio por WhatsApp.

Combina la creación artística con el hábito de hacer pedazos tu obra. No solo para conocerte mejor, sino para descubrir qué puedes ofrecer al mundo. Sé que no es sencillo renunciar a la bohemia, pero la alternativa es el silencio. Porque, a no ser que seas un genio y hayas nacido póstumo como Nietzsche, confio en que preferírias tener una audiencia con la que compartir tu talento.

Así que, permíteme mantener mi optimismo inicial. En la era del algoritmo, estás a diez segundos de atención de que alguien se interese por ti de por vida.

Dogmatista

¿Qué es Dogmatista?

Dogmatista nace con la pretensión de convertirse en una fábrica de ideas. Una pequeña, de momento; de esas que podrías encontrar regentadas por una familia o un par de amigos a las afueras de la ciudad. Aún es pronto para encasillar este proyecto —básicamente porque no lo tengo claro ni yo—. Pero hay algo que sí puedo avanzarte: este es tu lugar si escapas del ruido.

También lo será si has llamado, durante toda tu vida, déficit de atención a lo que en realidad era una curiosidad voraz. Tengo buenas noticias: no estás solo, my friend. Aquí dentro todos padecemos de lo mismo. Desde creativos publicitarios hasta ingenieros industriales —pasando por fotógrafos trotamundos, psicólogas que se dedican al análisis de datos o diseñadores de videojuegos (que pilotan karts a velocidades absurdas)—. Así que ya sabes. Mete tu correo en la caja de ahí abajo y que empiece la fiesta. Ah, y solo por si se me olvidaba comentártelo: además, es gratis*.

*Oferta por tiempo limitado.